Extracto de BlogDeCine:
Esta vez he querido dejarme llevar por la curiosidad y he estado preguntando y leyendo opiniones (no suelo hacerlo para evitar que condicionen mis textos). Considero muy representativo, tanto del film como del trabajo de un bloque importante de la prensa, que haya tanta confusión sobre el tema y las intenciones de Cronenberg, hasta el punto de que la mayoría ha decidido ponerse de acuerdo en que ‘Cosmopolis’ es un relato sobre el fin del mundo y/o del capitalismo. Y no es eso, o al menos no esencialmente. Se habla del fin de una era, de cambio, pero ante todo se analiza el modo de vida capitalista, absurdo, inhumano, vacío. En la rueda de prensa, alguien planteó al realizador si había hecho la primera película del nuevo milenio; Cronenberg fue claro: “No te creas eso, ¡es publicidad!”. Una periodista habló sobre el pesimismo y la claustrofobia del film, y Pattinson respondió que aunque todavía no sabe de qué va ‘Cosmopolis’ sí tiene claro que hay esperanza en ella. Así es, si bien dependerá de cada espectador encontrarla o no. En este sentido, el último trabajo de Cronenberg me recuerda a ‘Videodrome’, quizá su obra maestra (desde luego uno de sus trabajos más logrados), siguiendo el protagonista una evolución similar.
‘Cosmopolis’, adaptación de la novela homónima de Don DeLillo, arranca con un lento travelling(recurso habitual del canadiense) que recorre unas largas limusinas blancas, hasta llegar a dos personajes que visten elegantes trajes oscuros. Son Eric Packer (Pattinson) y su guardaespaldas (Kevin Durand). Eric pregunta cuál es su coche y expresa el deseo de ir a cortarse el pelo, al sitio de siempre, en la otra punta de Nueva York. Su escolta cree que no es una buena idea, la visita del presidente paralizará la ciudad, y hay peluquerías más cercanas, pero Eric está decidido. Le esperan las horas más trascendentales de su vida. Lo busca desde el primer momento, inconscientemente. A lo largo del día mantendrá sustanciosos encuentros con diferentes personajes, siempre que es posible dentro de su lujosa limusina (mismo vehículo que Leos Carax emplea en ‘Holy Motors’), vista como una provocación por parte de un grupo de manifestantes que denuncian los abusos del sistema financiero. Eric no oye nada del exterior, no le interesa. Sí le preocupa su salud y su protección. Tras las primeras escenas, el protagonista llega a parecer un paranoico rey del siglo XXI, aislado del mundo en el vientre de un impenetrable submarino sobre ruedas.
Cronenberg vuelve a plantear con ‘Cosmopolis’ un profundo viaje interior con un protagonista que va siendo transformado de manera inevitable, imparable. Como otras creaciones del canadiense, Eric, joven multimillonario alienado, sediento de experiencias cada vez más radicales, se resiste al cambio hasta que comprende que lo desea, que desea lanzarse al abismo en busca de un nuevo equilibrio. Sujeto a la novela, que encuentra inspiradora, Cronenberg explora el efecto de las conversaciones, ideas y reflexiones en Eric, cuyo modo de vida se derrumba con el paso de las horas, mientras el mundo sigue su curso, frenético y despiadado. Se exprimen los diálogos, lo hablado prima sobre lo visual, quedando una narración demasiado estática, teatral por así decirlo (si bien la puesta en escena es puramente cinematográfica), con el handicap de que el protagonista debe permanecer frío e indiferente durante gran parte del metraje, para entender su necesidad de autodestrucción, de “encenderse”, y los demás personajes no tienen peso suficiente como para servir de contraste. Así, la película se vuelve algo monótona, y la escasez de escenarios no ayuda. Tampoco se producen cambios drásticos en la carne del protagonista, un recurso que Cronenberg explotó con lucidez en el pasado, se limita a lo psicológico.
Resulta llamativo que en los tres últimos días, los focos de atención del festival hayan sido tres ídolos juveniles, Kristen Stewart, Zac Efron y Robert Pattinson, protagonistas de ‘On the Road’, ‘The Paperboy’ y ‘Cosmopolis’, respectivamente, películas en las que explotan su sexualidad de una manera atrevida, sin escrúpulos, como una señal de que han madurado y van en serio. De los tres, el que más talento ha demostrado ha sido Pattinson, que confesó no haber realizado ninguna preparación especial para el papel, simplemente lo interiorizó y se expresó por instinto, por intuición, buscando reacciones honestas. Su trabajo es impecable. Cronenberg ha destacado a lo largo de su carrera por saber elegir y aprovechar a sus actores, y no es casual que ya esté pensando en repetir con el inglés, que todavía genera prejuicios por la saga ‘Crepúsculo’. El abanico de secundarios formado por Juliette Binoche, Paul Giamatti, Mathieu Amalric, Samantha Morton, Sarah Gadon, Jay Baruchel y Durand enriquecen el relato con breves pero inspiradas interpretaciones. No es‘Cosmopolis’ esa apabullante obra maestra que quería ver, es “solo” uno de los mejores trabajos de Cronenberg, una película exigente y densa (imposible de desentrañar con un solo visionado),turbadora y enigmática, hermosa e imperfecta. Estoy deseando volver a experimentarla.
Adhiero a esta primera crítica positiva. A mi me dejó la misma sensación de la búsqueda de autodestrucción (??) o redención del protagonista a lo largo de algo tan pueril como un corte de pelo. Atravesar la ciudad en medio de manifestaciones y amenazas de atentado contra su vida para "cortarse el pelo?" o "visitar al viejo amigo de su padre, el peluquero?" o "tomar un riesgo innecesario o fríamente calculado?"), le dan a la película ese tono "Cronemberg" que centra su atención en el "hombre" y su elección entre el bien y el mal. No hay diálogos casuales, como la pregunta a su guardaespaldas "Has matado a alguien alguna vez?", ni el encuentro con su esposa, que parece más una extraña, ya que da la sensación de que no se han visto más que un par de veces; o su paranoia, la de montar su oficina en la limusina y preguntarse constantemente dónde las guardan por la noche (el miedo por su vida vs. el deseo de que algo malo le suceda) o la de conocer el dolor del taser. Todo conduce al mismo punto, como en Videodrome; el imaginar que se tiene el control cuando en realidad se está descubriendo que se lo ha ido perdiendo, y ya no puede ser recuperado. Por eso, la redención del protagonista en manos de Giamatti me recordó la escena de Blondie y James Woods. Siempre en Cronenberg está presente este planteo. Acepto que podría habérsele sacado mayor provecho a las escenas y que son algo monótonas. Pero, David siempre respeta a rajatabla los libros, y es probable, aunque no lo leí, que exprese casi textualmente la letra de De Lillo.
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